sábado, 12 de enero de 2008

otro cuento

UNO MÁS
LUIS LEóN



Fueron noches tentativas las de aquella temporada, sus estrellas inducían beber de los cántaros que se me entregaban colmados en los bares, pero el dinero no fue mi amigo de esos tiempos, andaba reajustado y estrechísimo y... ¡caray! Apetecía fuertemente un vaso con algún contenido volátil. Fue cuando vi a esa mujer que vestía muestras de indecencia, el cariz de sus piernas era de fuego. Era su vestido rojo con salpicaduras negras, tan sugestivo que el viento la seguía y los hombres se ahuyentaban, claramente intimidante. Llevaba un bolso de fieltro, se veía recargado (seguramente eran cosméticos de baja monta con los que se acariciaba el rostro para llevar la seducción a cuestas, ganancias en el semblante). Me quedé esperando, dudando mi encuentro con ella. Aguardé a que los transeúntes se dispersaran, y así fue, estuve detrás de un arbusto hasta que la hallé sola, con expectativas de amor. Me acerqué. Mis fachas presumían de cierta fiabilidad, la abordé saludándola, hizo lo mismo, me cogió de la mano y empezó a acariciarme el pecho a la vez que me explicaba en que consistían sus servicios. Acepté sin contemplaciones. Nos dirigimos a mi cuarto, destartalado y sucio, no la conmovió, parecía acostumbrada a cosas peores. Me dijo que le tenía que pagar por adelantado, la seduje hábilmente para posponer la hora de cobranza.
No tengo muy claro lo que pasó Jaime, dos horas después me hallaba corriendo como perseguido, me senté en la banca de un parque, agotado, con los bolsillos del pantalón abultados.
“¿Qué es esto?” me pregunté, saqué lo que había dentro: era un mechón de cabellos rojos, también unos cosméticos y algunos billetes, en mis mangas había rastros de sangre.Jaime, eso paso hace dos años, no me mires así... y tráeme uno más.
El cantinero se dirigió al mostrador, cogió la botella de whisky y llenó el cuarto vaso.


© Luis León
© Publicado por primera vez en Argonautas Número 1, Noviembre de 2006.

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