sábado, 12 de enero de 2008

UN CUENTO

El sedimento
(Una historia de ciencia ficción)

Carlos Enrique Saldivar


Se me ha conferido una sorpresa, anormal, acuciante e indolora, puedo ver y entender bajo las grandes bóvedas celestes todo aquello que mi alma desoye y puedo entonar infinitas melodías de frustración destinadas a aquellos que ya no tienen orejas en sus cabezas cortadas. Pero lo que no puedo entender, lo que no nunca podré saber, es porque este universo de naves galácticas nos golpeó con tanta rudeza, la entereza se ha perdido ante la iniquidad y entre nuestras inferiores formas no pudimos menos que doblegarnos ante la insistente caída de nuestras almas en pena, y es que aquellos adversarios llegaron a odiarnos con tal hazaña de malignidad que la resistencia se hizo niebla en nuestros intentos de sobrevivir por vez enésima...
Y nos adelantamos a nuestro triste final, y nos arrastramos como gusanos deletéreos intentando encontrar un poco de agua entre los instantes de la música fúnebre que se oía a lo lejos, más allá del desierto de la muerte que resplandecía ante el próximo fin de una humanidad destellante. Y dentro de poco habrían de surgir y dentro de poco habrían de acabar con nosotros, nadie sabe como aparecieron, se corrieron la voces y de uno a millones supieron de pronto que emergerían esos seres interplanetarios que terminarían prontamente con nuestra raza con el pretexto de que serían ellos o nosotros mismos los que eliminaríamos nuestras propias fuerzas vitales, por ende los gobiernos pusieron manos a la obra para poder utilizar algún plan de defensa pero todo esfuerzo resultó en vano. Ahora henos ahí, muertos, despedazados, lo que fue la gran raza humana ha sido aniquilada entre organismos que ya no viven y se corroen poco a poco entre volcanes de incoherente putrefacción...
Hace tanto tiempo que la primera molécula saltó, hace mucho tiempo que nos abandonaron a nuestra suerte y con la caída de los rayos pude presentir el peligro y pude surgir entre tanta peste, muy rápido y muy lento, a la vez airoso, tan llamativo como la demolición de una rascacielos, ultra magnánimo, ¡era yo, el sedimento!, lo que quedó de una grandiosa raza, porque éramos grandes nadie podía dudar de eso, ni en la Vía láctea, ni en Andrómeda, ni en ninguna otra galaxia se ha podido dudar que la raza humana fue vistosa y por mucho tiempo impoluta, pero por culpa de algunos perecieron todos, eso también nadie lo pone en tela de juicio y el hecho que una terrible y extraterrestre existencia nos puso fin debido a nuestros incesantes errores, resulta ser un tanto poético. Que cometíamos estupideces una y otra vez es cierto y que las volvíamos a cometer sin intentar detenernos, sin pensar en solucionar las grandes torpezas que tan bien conocíamos era también hecho harto conocido. Habíamos leído, estudiado, repensado y jurado nunca más volver a caer en lo mismo. Lo hicimos y ahora estamos aquí, desparramados, esqueletos descarnados, nada, todos y cada uno desde el más grande al más pequeño, pues no queda nada, nada de nada, sólo huesos que como polvo se deshacen al sol que no nos ha abandonado aún, ni nos ha impedido su inútil brillo...
Ya no queda nada aquí excepto yo, entre tanta corrosión, tanta miseria, yo, sólo yo, lo que queda, soy yo, el sedimento de lo que fue una espléndida raza...
De la corrupción me renuevo, nacen ojos en mis cuencas con los cuales lo veo todo, y en mi cráneo se forma un cerebro que racionaliza y da nombre a cada extremo del firmamento, entre los problemas y grandes dilemas de la gran raza, nace un ser reformándose de la muerte, tibio, desnudo, de carne y hueso, dispuesto a ser el primero de otros que se formarán a sí mismos después y dejarán en claro que esta raza es indestructible, que habían imaginado que eliminarían hasta el último y es verdad que acabaron con la vida del último pero eso desencadenaría en su acto final pues luego esos grandes adversarios en su odio fatal y alienígena comprobarían que cada intento sería inútil, que la gran raza no se debatiría una vez más entre el vivir y el morir, que la vida de la muerte nacería y se regeneraría entre ciclos de bondad y angustia sempiterna, por los eones de una tibieza consistente...
Lo que quedó del universo es un flagelo, la humanidad yace en ciernes...
Y es tan cierto que los enemigos tan odiados no volverán jamás, tendremos una oportunidad en este planeta después de que surjan tras de mí los otros, tras de mí que soy el primero, que poco a poco va olvidando que una vez fue el último, lo último, lo que quedó de este martirizante espectáculo de soledad y pena...
Pero es tan cierto aquello de que solo existe una gran raza y ésta es inmortal y el gran plan del universo, ante la gran propuesta de los seres parecidos a los dioses es que nadie puede acabar con esta especie, que a pesar de todo, nada debe alterar el curso trazado por el destino ancestral predestinado por grandes razas que precedieron a la grandiosa y única raza primordial. El gran paso estaba predicho y con éste la anhelada resurrección...
Me levanto sangrante, y me pongo de pie, mis músculos se van formando nuevamente, mi boca dice ¡ah!... Puedo retornar al espacio, extiendo mis párpados alicaídos, respiro, camino, busco alimento, puedo vivir una vez más, ensanchar mis hálitos de supervivencia una vez más, puedo avanzar y con un preclaro fulgor, comenzar un nueva existencia... Hoy de entre las ruinas surjo, de la miseria emerjo, de las cenizas vuelvo a nacer... una vez más... yo, ser humano... yo, hombre...


Lima, Febrero de 2004




Carlos Enrique Saldivar (Lima, 1982) Estudiante de Literatura en la UNFV. Narrador y poeta. Se dedica a la escritura de relatos de diverso género con predominio la fantasía y ciencia ficción. Director de la revista Argonautas de fantasía, misterio y ciencia ficción que nació en noviembre de 2006 y el día de hoy ya va por su cuarta entrega. Ha publicado relatos en las revistas Argonautas números 1, 2 y 3. Y tiene pendiente la publicación de relatos en la revista virtual Velero 25 y la página web de Ciencia Ficción Perú. Miembro del grupo Coyllur de fantasía, terror y ciencia ficción. desde este año 2007. Tiene dos novela y dos libros de cuentos inéditos. Correos electrónicos: carlos_rockero@hotmail.com y revista_argonautas@hotmail.com

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